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domingo, 10 de julio de 2022

Brutalismo: El demonio es mi arquitecto.

El brutalismo se ha convertido en un estereotipo, y los estereotipos son difíciles de eliminar. Ha sido promulgado principalmente por diseñadores, directores de arte en cine y televisión, escenógrafos y productores: una forma de expresar el lenguaje del mal a través del materialismo más basto como "cultura general", propaganda fruto de un número relativamente pequeño de creativos que emplean este modo de arquitectura para igualar aspectos perpetrados por los personajes que ocupan estos espacios.

El nombre brutalismo está mal interpretado: fue arrancado del francés "Beton Brut" (hormigón en bruto), pudiendo tener más sentido si procediese del italiano "Che bruta" que viene a significar "qué feo", no obstante dicho estereotipo ha encontrado fanáticos entre los arquitectos que no lo encuentran frío, tosco o demasiado monolítico, repetitivo o sin escala. Sinónimo de modernidad e industria, el brutalismo está altamente apoyado por la élite globalista. Reginald Hough desde el año 1963 se convirtió en uno de los constructores clave.

Emplean la excusa "menos cuesta más" y no. En arquitectura y materiales, menos cuesta menos, más si se trata de hormigón. En las películas, las guaridas brutalistas de hormigón parecen tan omnipresentes como las excavadas en montañas o volcanes. Thomas Edison "diseñó" casas totalmente de hormigón: desde estanterías y barandillas de madera hasta tejas y pavimento centrándose así en lo uniforme.

El brutalismo ha sido hallado en estructuras funcionalmente exigentes como búnkeres, prisiones, refugios, plantas de energía nuclear o represas ya que está asociado con el peligro y el anonimato más que con la lógica, la humanidad y las emociones. El lenguaje de sus formas adquirió un tufo a muerte y malas intenciones. El hormigón, a diferencia del ladrillo, no tiene una unidad elemental que establezca la escala: no importa cuán enorme sea una pared de ladrillos porque todavía está hecha de piezas del tamaño de un zapato que podemos recoger, pero un muro de hormigón alto y largo, resulta completamente amenazador sin indicio de detalle. Una prisión, un encierro, psicológicamente aterrador. Como sociedad obediente y lineal existe la desgracia de quedarse atrapada en lo impuesto y una vez concebido el hormigón brutalista, no se puede volver atrás porque no se trata de un diseño de moda de pasarela sino aquello que se deja a las generaciones venideras.

José Ramón Lorenzo en el año 2009 publicó: "Cuatro textos sobre la arquitectura brutalista" iniciando la crítica más despiadada a los delirios de cemento y pilares que forman polígonos y ciudades jardín. Textos que lucen palabras como "adifisio" y "horrotonda". Como ejemplos, nos cita la Unidad Habitacional de Marsella de Le Corbusier, cuyo material de construcción favorito es el hormigón, los Robin Hood Gardens, la Balfron Tower, el Park Hill en Sheffield, la orgía de ángulos agudos de hormigón Mairie d'Ivry donde, para bajar las escaleras hay que ir de lado, el Ruedo de Moratalaz o las Torres Blancas, entre otros edificios similares: Ver más.

Un satanismo arquitectónico soviético izquierdista con excusa de obrero y vecinal donde se pasa del racionalismo al irracionalismo. El problema viene cuando los arquitectos se ponen la medalla de "artista" y piensan que están haciendo una obra de arte que únicamente se entenderá en el futuro como si fuera un cuadro de renombre. La arquitectura es para ser vivida, no para colgarse en los museos y cómo no, "necesita consenso". En ocasiones se demolen las casas porque "surge la necesidad de construir muy rápido muchísimas viviendas para reubicar" cuando aún hay familias esperando un piso definitivo, los hospitales actuales, los centros médicos, los ayuntamientos y la mayoría de edificios públicos a disposición de los ciudadanos se identifican con el brutalismo para demostrar a quiénes sirven y cómo deben tratar a las masas. Si se acompañan con una escultura abstracta, tenemos entartete para adorar al demonio a través de la arquitectura degenerada.

Pablo Santomé.
pablosantomenougat@gmail.com