Se trata de la imposición a la fuerza de un modelo. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 ganaron los monárquicos y no votaron las mujeres porque Berenguer las sacó del censo electoral, de hecho, votaron afirmativamente en el plebiscito de 1926 sobre Primo de Rivera, de ahí el recelo de los republicanos y socialistas a reconocer el voto femenino.
El voto se reconoció a la mujer en España en 1924. Mientras en Wyoming se aprobaba el sufragio universal universal de hombres y mujeres en 1869, en España el republicano Pi y Margall decía que el papel político de la mujer era educar a sus hijos. El PSOE tampoco entendió el feminismo ni siquiera en la segunda república.
No se celebró ningún referéndum sobre la forma de estado, no se permitió elegir en ese momento a los españoles, ni la organización de los monárquicos. El estatuto de autonomía de Cataluña se aprobó antes que la Constitución de 1931 condicionando todo el proceso territorial. Lejos de ser un oasis de libertad, prohibieron toda manifestación monárquica o cualquier acto o periódico que se creyera contrario al régimen republicano.
Un anclaje histórico mitificado que tiene de revolucionario y exclusivista lo que un sentimiento de superioridad moral. Los republicanos llegaron con soberbia para "arreglar España" y no sólo fracasaron, sino que metieron al país en un conflicto constante. Ni fue una democracia ni hubo más libertad que hoy, como sostiene la izquierda pues no es un referente positivo cuando metieron al país en la peor crisis del siglo XX. Una moda que desprecia lo existente y a la monarquía parlamentaria que establece la Constitución de 1978. El marxismo ha llegado a reforzar esta moda transformándola en una corriente de colectivistas.